Omeocelotl Tlakamitzin
El reloj marcaba las 17:30 hrs. cuando recibimos el siguiente mensaje:
-Falleció Jesús “Ron” Duarte Omeocelotl Tlakamitzin, Danzante del Sol; despidámoslo con “Honor”, rezando con la pipa. Fue su última voluntad que le hiciéramos música y danza.- Invitación hecha por nuestra amiga Milinalcuicatl (Patricia Aguirre), guía del grupo Tunkul.
La noticia corrió a los 4 rumbos de nuestra ciudad, de diferentes puntos, ideologías y colores nos reuniríamos en el Recinto el Buen pastor, a sumarnos a este homenaje a la vida.
Los permisos para que en la capilla pudiéramos hacer nuestra celebración a la vida fueron poco a poco cubiertos, pero cuando llegó el momento de iniciar los olores a kopal, salvia, tabaco, flores se hicieron presentes, así como los sonidos de los atekokoltin y huehuemeh; “Un danzante solar” dejaba su cuerpo físico, pero su espíritu vivía en cada uno de los ahí presentes. Su familia espiritual lo despedía la Mexicayotl.
En todos estaba la sensación de pérdida, sin embargo la tristeza no se sintió en el espacio, al contrario, era una fiesta; no había inhibición en los presentes en demostrar cada uno a su manera el cariño. Esa noche nos inventamos una forma distinta de despedir a un amigo. Se hizo un pequeño camino con pétalos de flores y uno a uno de los presentes entregaron al Tlemaitl (fueguito) un poco de kopal ó tabaco, y se monto un pequeño momoxtli, en el cual colocamos uno a uno una pequeña ofrenda y nuestros amigos de Tunkul, nos regalaron una foto de Omeocelotl. Tenopal y los jóvenes de Tunkul, comenzaron con los cantos en Idiomas náhuatl, lakota y español, el resto los acompañamos, cada uno de esos cantos evocaba sensaciones diferentes.
Omeocelotl Tlakamitzin, consiguió lo inconcebible: nos hizo rezar juntos a varios grupos, varias ideologías, rezar a nuestra manera, a esta nueva forma.
El mayor contingente estaba formado por Danzantes Solares de varios círculos, así que los cantos lakotas evocaban una celebración solar. Yo imaginé a Teotihuacan, y a Axixic, sus cantos me transportaron, me hicieron imaginar subir a la montaña, allí no vi amigos en una sala, sino vi a danzantes acompañado a uno más.
Las pipas sagradas hicieron su aparición, el humo de tabaco, hacer los saludos, dos contingentes con formas diferentes, y sin embargo el mismo origen. La voz de Ketzalmeztli y el huehuetl, acompaño a las pipas de los amigos de Inkantonal.
Después los amigos cercanos nos contaron las anécdotas, la forma en que tenemos que recordar a los que dejaron ya este cuerpo físico, diciéndonos lo que sembró, sus flores; uno a uno contaron sus experiencias con él.
Siguió transcurriendo la noche y la voz cambió de bando, sus amigos de su mundo político, su vida, su lucha social, las AC, los grupos sociales a las que perteneció enumeraron las otras cualidades, las que nos indicaban a un ser íntegro, congruente y feliz. Un joven evocó lo que era su lucha, gritando a forma de consigna en una manifestación, la consigna fue: “Jesús Duarte Vive”… y todos contestamos al unísono: “La Lucha sigue”, tres veces. En la sangre de cada uno de los presentes se sintió su lucha social, su lucha por los desvalidos, su forma en que creía en México y su gente. Más de uno lloramos… Luego cantamos: “La internacional y Venceremos,” símbolo de su ideología, el comunismo y el proletariado, su ataúd lucía las insignias de su lucha: un par de banderas hermosas: una roja con una hoz y un martillo, y la bandera tricolor de México, y claro no podemos olvidar su hermosa pipa sagrada.
De nuevo, otro grupo de amigos de la Mexicayotl, de la comunidad ecológica los Guayabos, aparecieron hicieron cantos en varios idiomas. Se fumó la pipa sagrada de Omeocelotl y se abrió, de nuevo un circulo de palabra. Las anécdotas y las facetas seguían haciendo acto de presencia.
La voz de los amigos de Promesa al Sol, también acompañó a su amigo, en esa noche, recordaron las aventuras vividas cuando Omeocelotl compartió sus pasos con ellos.
Muchos amigos de la Mexicayotl se presentaron esa noche, sería largo enumerarlos o nombrarlos.
Un amigo de tradición, con su concha, apareció, y con ayuda de un Ayacaztli y un Huehuetl, hicieron un canto más “A la Batalla mi capitán”.
Al rato, su familia, guitarra en mano, hizo lo que hacían cuando estaban juntos: una serenata nocturna. Las canciones que a él le gustaban ahí estuvieron en una serenata llena de amor y cariño, en donde más de uno que vivió su faceta bohemia, ahí lo escuchó cantando, una a una, sus canciones favoritas y su clásica frase, usada en esas ocasiones: - Ustedes pidan la que quieran, yo canto la que yo quiero-.
La noche seguía transcurriendo.
Sabía que en la mañana habría un servicio religioso (del que no puedo compartir mi sentir, ya que no asistí), y a las 13 hrs. del 18 de mayo, salíamos hacia su última morada, el Panteón de Mezquitan.
A la entrada del panteón, un grupo de danzantes daría el último adiós al cuerpo físico. Un poco de descontrol, se sentía en el ambiente. Pero al final lo único importante era rezar, danzando. El culpable de que muchos estuviéramos allí, y por el conociéramos a Omeocelotl, fue el encargado de dirigir la danza y los cantos de ese día: Opalmitzin (Rosalío Albarrán); las danzas compartidas fueron Ocelotl e Iztakuauhtli.
En esos momentos lo único que teníamos y podíamos regarle a Omeocelotl, era la danza y los cantos, ya que con su voluntad ahí nos había convocado. Él recuperó sus dos pies, y con ellos compartimos danza, todos lo recordábamos.
Reanudamos el camino, una entrada triunfal con el olor de kopal, y pétalos de flores mostrando el camino y el interminable toque los de atekokoltin, y el sonido de nuestro corazón: el huehuetl, íbamos al lugar donde su cuerpo físico en breve volvería a tener contacto con Tonantzin Tlalli, y ahí una nueva oportunidad de vida le esperaba.
Cada uno de los presentes llevábamos un poco de lo que creíamos que teníamos que ofrendar a un ser como él: copal, piedras preciosas (jade, turquesa, obsidiana), tabaco, amaranto, figuritas de barro, flores, tortillas, chile y fríjol. Ahí terminamos con cantos.
Está es la historia que nos enseñó a escribir, en esos dos días, el hombre luchador, el guerrero y el triunfador, es con lo que me quedo… Lo sembramos, con cantos y flores.
Gracias Omeocelotl Tlakamitzin, Ron, Chuy, Gordo, gracias Hermano Guerrero Solar, gracias Maestro.
Texto: Itzxochitl (Idalia Araceli Prado Arzola. Tlaquepaque, Jal. Mayo 2010)
Foto: Tenopal (Alejandro Mendo Gutiérrez. Tonalá, Jal. Cerro de la Reina. Año Nuevo Mexicano 10 Tekpatl marzo de 1996)
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